Su nombre viene del persa y significa “corazón de piedra”; llegó a
nosotros a través del latín: smaragdus. Asociada con el Este y la
primavera, goza de antiquísima tradición mágica y religiosa. Llegó a ser
deificada en Perú como “dios de la luz de Pochamac”, o como “diosa de
Thalsschituil”, una enorme esmeralda escondida en la selva a la que se le
llegaron a ofrecer sacrificios humanos, según cuenta la leyenda
Antiguos manuscritos afirman que el Santo Grial
era verde, porque se trataba de una gema que se había
caído de la frente de Lucifer, nombre que se le daba al
planeta Venus, cuando se ocultaba el Sol.
En la Edad Media ya se conocía su poder sobre el
sistema nervioso, pero era empleada para tratar a las
personas “poseídas”, para extraer la entidad maléfica
que se encontraba dentro de ellas. En realidad, muchas
de ellas eran asmáticas o epilépticas. También se la
tallaba en forma de cáliz y los señores feudales y los
reyes que bebían en ellos aseguraban recibir poderes
mágicos.
En la cristiandad es considerada como símbolo de
pureza, fe e inmortalidad. Es la cuarta piedra del pectoral
del sumo sacerdote y la gema de los apóstoles Juan el
Bautista y Santiago. Según un texto cristiano del siglo IV
esta gema era capaz de predecir acontecimientos
futuros.
La esmeralda es un campo energético vivo que representa la inteligencia universal; su mejor
entrada en el cuerpo humano es por los vórtices cardíaco y solar, por las manos y los ojos.
Equilibra cuerpo y mente, por eso se dice de ella que previene las enfermedades (tanto para
hindúes, como chinos, la enfermedad no es más que un desequilibrio energético), y como
consecuencia alarga la vida. Estimula la glándula pituitaria, potenciando el crecimiento y la
regeneración celular. Posee una acción desintoxicante sobre los riñones, la vesícula biliar (al
eliminar más sustancias de deshecho, nuestro cuerpo se siente mejor), y el músculo cardíaco
(la acción sobre él es más psicosomática que terapéutica); mejoramos porque nos ayuda a
superar el temor a nuestras limitaciones; nos ayuda en épocas de cambio a dar el primer
paso. Esta gema, además, tiene fama de agudizar el ingenio, reforzar la memoria y despertar
el amor hacia los estudios. Incrementa las riquezas fruto del trabajo y del buen corazón de
quien la lleva y sigue con constancia su camino; estas personas la portan por su enorme
energía, que los une a la naturaleza y al cosmos, no como una pieza valiosa de joyería. De
todas maneras, hay que tener cuidado con ella si se la quiere utilizar simplemente por
motivos ambiciosos, porque acostumbra a enfadarse y se venga rompiéndose, como si
quisiera decir: “No has entendido nada y como no soy capaz de hacerte ver el bien, me
destruyo para que no me utilices mal”. Existe la creencia de que las esmeraldas eligen a las
personas y éstas jamás las poseen, ellas tienen poder propio.
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