Los primeros textos
escritos datan del año 4000 a.C. en Egipto. Los faraones utilizaban Lapislázuli
como cosmético y para proteger sus ojos de los rayos del Sol. Cleopatra (69-31
a.C.) usaba un casco recubierto de Hematites para conservar su belleza y
juventud.
Griegos y romanos
también conocían las propiedades de las gemas, como nos relata Plinio el viejo
en sus textos de “Historia Natural”. Por aquel entonces la Esmeralda era
recomendada para las personas con vista cansada, probablemente como
consecuencia de que Nerón tenía la costumbre de mirar los combates de
gladiadores a través de una fina lámina de esta gema, para evitar el reflejo
del Sol en la arena del circo y por tanto que no se le dañara la vista, en fin
que sin proponérselo fue el inventor de las gafas de sol polarizadas. Esto se debe a una propiedad de
los cristales de polarizar la luz.
En Occidente, la
Edad Media es la etapa de más experimentación con las gemas. Se construían
copas de mineral para potenciar los efectos de los elixires, la Cornalina se
prescribía como remedio homeopático para detener las hemorrageas, etc.
Al comienzo del
siglo XX ya se conoce la “piezoelectricidad del Cuarzo”. Casi al comienzo de la
Primera Guerra Mundial se empieza a sintetizar en laboratorio hasta obtener
ejemplares limpios de inclusiones y utilizarlos como osciladores de radio.
Hasta 1957, era
normal entrar en la tienda de un guímico londinense para comprar polvo de Rubí,
Esmeralda o Perla y utilizarlo como medicina.
Basada en la
filosofía de la Medicina Hindú
La gemoterapia
que se aplica hoy día en Occidente tiene su origen en la medicina hindú, que
lleva unos 3.000 años utilizando gemas como medicina armonizadora. Tanto para
ella como para la cultura china, la enfermedad es una manifestación de un
desequilibrio entre cuerpo y mente.
Consideran al ser
humano como parte integrante de la energía cósmica, el” chi “para los chinos,
el “kundalini” para los hindúes. Las dos medicinas siguen caminos paralelos, en
una se nos habla de meridianos por donde discurre la energía a lo largo del
cuerpo, y de cómo, con la aplicación de agujas en determinados puntos, se puede
restablecer el flujo de ésta. Y en la hindú nos habla de chakras o, ruedas,
o vórtices de energía, capaces de activarse por la ingesta de
determinados alimentos, aplicación de gemas, colores, determinadas notas
musicales o masaje vibracional.
Cada una de esas
ruedas se corresponde con un color del espectro visible (lo cual no implica que sobre una determinada
zona se apliquen gemas de ese color, es bastante más complejo),y con una
glándula endocrina, pineal, hipófisis, tiroides, timo, hígado, suprarrenales y
gónadas (ovarios y testículos).
Todos los chakras están conectados entre sí por un canal
central, “el sushuma”, que correspondería a la columna vertebral. A la
izquierda de ésta nos encontramos con el “ida” o canal de energía receptivo,
de energía femenina o lunar; y a la derecha de la columna con
el “pingala” o canal de energía proyectivo, de energía masculina o solar.
Se emplean gemas
pulverizadas e ingeridas,ya que muchas de ellas contienen minerales que nuestro
cuerpo necesita; en forma de elixires o cenizas llamadas “bhasmas”, o como uso
tópico en abcesos, dermatitis, o hemostático. Más adelante se descubre que cada
mineral, debido a su estructura y composición, posee una energía determinada
capaz de restablecer la conexión entre chakras, mejorando nuestro estado de ánimo
y como consecuencia, nuestra salud.
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